Pasaron 30 años de aquella consagración histórica de San Lorenzo en el Torneo Clausura 95. Los simpatizantes azulgranas todavía recuerdan aquel gol de cabeza del Gallego Esteban González para el 1-0 final sobre Rosario Central en el estadio Gigante de Arroyito, que desató la euforia de gritar campeón y el desahogo luego de 21 años de sequía, un período en el que San Lorenzo sufrió dolores profundos: el descenso de 1981, la pérdida de su estadio, noches amargas y la incertidumbre sobre el futuro.
En junio de 1995, el once de gala conducido por Héctor Bambino Veira se podía recitar de memoria: Oscar Passet; Rolando Escudero, Oscar Arévalo, Oscar Ruggeri, Damián Manusovich; Roberto Monserrat, Fernando Galetto, Carlos Netto, Paulo Silas; Claudio Biaggio y el Gallego González. El Ciclón le arrebató de manera brillante el campeonato a Gimnasia y Esgrima La Plata, que llegaba con chances de consagrarse, pero perdió en el Bosque contra Independiente por la mínima diferencia en la última fecha.
El llanto emocionado del Bambino al final fue la expresión de un pueblo que esperaba desde hacía más de dos décadas. No era solo un trofeo, era la revancha, la reivindicación y el comienzo de un nuevo capítulo. “Fue un partido en el cual Veira, más allá de lo técnico y de lo táctico, que sabía un montón, apeló a lo motivacional para lograr el objetivo”, recuerda el Roly Escudero, lateral derecho que registro 137 partidos jugados y 2 goles con la camiseta azulgrana.
El cordobés, de 53 años, se inició futbolísticamente en San Lorenzo de Bulnes, lugar de su nacimiento. Jugaba de enganche y era goleador, hasta que con 16 años llegó a Buenos Aires para probarse en Boedo. En las divisiones inferiores, alternó como 8, 3 o 5, hasta llegar a Primera, donde debutó en septiembre de 1991. En el Santo, el defensor dejó huella durante siete años antes de continuar su carrera en Nueva Chicago, Brown de Adrogué y San Carlos de Capitán Sarmiento, donde puso fin a su carrera profesional en 2014.
En épocas de vacas flacas, el club organizó una fiesta en el predio Pando de Boedo, con la presencia de la mayoría de los futbolistas campeones, salvo la de Eduardo Bennet y Fabian Angelucci que se encuentran viviendo en el exterior, para festejar aquel título histórico del equipo conducido por el Bambino Veira.
“Los hinchas nos felicitaban y nos agradecían por el título. Nos decían que, gracias a nosotros, los habían dejado de cargar en el secundario, porque San Lorenzo no había ganado nada en 21 años, porque se habían vendido licencias y perdido el Viejo Gasómetro. Así que tenían un montón de motivos para ser ninguneados por otros clubes. Fuimos ese grupo excelente que le devolvió la alegría al pueblo azulgrana”, recuerda el Roly Escudero en diálogo con Infobae.
– ¿Qué es de tu vida, Roly?
– Bien, bien, todo tranquilo. Hace 20 años me vine para Capitán Sarmiento, en la Provincia de Buenos Aires, a tirar los últimos tiros del Regional y me quedé. Yo soy de Bulnes, cerca de Río Cuarto, de Sampacho, Córdoba. Me vine a jugar acá (Capitán Sarmiento) con 35 años y me quedé. Y hace 20 años que trabajo como administrativo en la dirección de Deportes del municipio.
– ¿Cuál es tu función en la oficina de deportes?
– Mi función son las tareas administrativas. Porque acá no solamente es el fútbol, sino que involucra a todo. Por ejemplo, estamos con los torneos bonaerenses, que son todos los juegos a nivel provincial. Se viaja a Mar del Plata, que es el premio mayor. También, estamos constantemente con torneos de verano. Ahora, está el torneo de invierno de interclubes. Después, en el verano hacemos varias disciplinas. Vamos a hacer el primer encuentro del Día del Amigo, en una localidad cercana a Sarmiento, en La Luisa.
– Roly, desde que te retiraste del fútbol, te dedicaste a varias profesiones, ¿verdad?
– Sí, mi hobby es la cocina. En su momento había puesto una parrilla. Después de la pandemia, medio que se nos complicó y nos demandaba demasiado tiempo. Estaba bastante solo, y la verdad es que no vivía. Además, en la parrilla sufrimos tres robos. En el último, nos robaron todo lo que teníamos. Primero, fueron cerveza. Luego, botellas de vino, la vajilla, las bandejas y las heladeras. Así que, bueno, también fue un poco el tema por el cual me cansé porque siempre pasaba lo mismo.
– Después, ¿te dedicaste al mantenimiento de piletas?
– Sí, sí, también. Desde hace 10 años que me dedico a eso. Porque acá hay mucha gente que se ha ido a estudiar a Buenos Aires, y a los 40 años cuando vuelven, empezaron a trabajar por internet y entonces se hicieron su casita y su pileta, y hay que mantenerla. Entonces, decidimos con un par de amigos dedicarnos al mantenimiento de piletas. Hoy por hoy, somos pileteros, porque hay gente que en invierno la mantiene. Estaba educando un poco a mi hijo que aparentemente se va a quedar con eso y yo me dedicaré al tema de la comida, porque en los grandes eventos que hay acá siempre tengo un puesto de venta. Por lo que la gente dice, cocino bastante bien, entonces hicimos para Cahuané, que es una fiesta artesanal que se hace todos los años, que es muy grande, pusimos un puesto de empanadas de vacío y tuve la suerte de vender 150 docenas en 4 días.
– ¿Te apasiona la cocina al mismo nivel que el fútbol?
– Sí. A los 42 años, cuando llegué acá, con el tiempo fue metiéndome en la cocina. Después de semejante éxito en el evento de Cahuané, y al querer dejar las piletas de a poco, dije “voy a poner un local de venta de empanadas”. Así que arranqué con eso, y por suerte me está yendo bastante bien. Así que estoy con las empanadas de osobuco braseado, de bondiola desmenuzada y de carne picada tradicional. Hacemos eventos para cumpleaños también, de bondiola desmenuzada y vacío desmenuzada. Así que estamos en perniles y un poquito más empapados en lo todo lo que es la comida. También, en lo que es el mantenimiento de piletas hasta hace poquito y lo que es el deporte fuera de un laburo, ¿no?
– ¿Siempre quisiste dedicarte a la gastronomía una vez que colgaste los botines o seguir dedicándote al fútbol, digamos, de alguna manera?
– Yo siempre dije que, a los 50 años, cuando ya estuviese retirado, un poco alejado de todo, iba a poner una parrilla, cosa que logré un año antes, a los 49. Pero bueno, por ahí siempre desde afuera y no conociendo el tema, pensé que iba a ser fácil, pero conlleva un montón de cosas que después hace que se te complique o te canses, más por el tema de la inseguridad y los drogas que hay por acá. Todo esto te tira abajo un poquito. Pero quien te conoce, te dice “vos cocinas rico, tenés que ponerte un local, tenés que hacer esto”. Después, tenes que tener un empleado, un delivery, hacer las compras y un montón de cosas.
– ¿Vivís bien económicamente con los varios trabajos que tenés?
– Sí, sí, económicamente está caro en todos lados, pero qué sé yo. Es decir, es muy chica la ciudad, tenemos 15.000 habitantes y nos conocemos entre todos. Por ahí, tenés la posibilidad de decir, “bueno, te compro todo, te hago un stock, compro las tapas, la carne y las verduras; compro todo esto y me la juego”. Después, de lo que es el fin de semana o cuando hay un evento, no hay problema, qué sé yo. Se hacen las cuentas y se arreglan. Económicamente la verdad que sí, estamos bien.
– ¿Estuviste en los festejos de los 30 años del título de San Lorenzo?
– Sí, estuvo espectacular. Seguimos teniendo el grupo de WhatsApp con todos los chicos que salimos campeones. El almuerzo previo se hizo en San Telmo, en un restaurante cerca de la calle Salta y 9 de julio. Con el Gallego González organizamos la juntada. Los únicos dos que faltaron fueron Eduardo Bennet, porque está en Honduras, y Fabián Angelucci que está en Estados Unidos. Pero después, estuvieron Paulo Silas, que vino de Brasil, el Bambino Veira, el ayudante de campo, Juan Rodofile. Y hasta los chicos que por ahí estuvieron en el plantel y no jugaron ni un minuto, como Cristian García. Mucha gente nos preguntaba “¿quién es?”, pero bueno, si bien no jugó, integró el plantel campeón de 1995. A la noche, el club nos hizo un lindo homenaje, un sencillo homenaje, pero muy lindo, en el cual la gente se puso a tomar fotos.
– ¿Qué le decían los hinchas sobre aquel título ganado?
– Nos felicitaban y nos agradecían por el título. Nos decían que, gracias a nosotros, los habían dejado de cargar en el secundario, porque San Lorenzo no había ganado nada en 21 años, porque se habían vendido licencias y perdido el Viejo Gasómetro. Así que tenían un montón de motivos para ser ninguneados por otros clubes. Fuimos ese grupo excelente que le devolvió la alegría al pueblo azulgrana. El grupo nunca tuvo una discusión, que se llevaba 10 puntos. Nunca una pelea y creo que eso fue también un factor fundamental para que se logre el objetivo.
-¿Qué recuerdo tenés de aquella conquista, de aquel partido memorioso frente a Rosario Central con el gol de Gallego González?
– Fue un partido en el cual el Bambino Veira, más allá de lo técnico y de lo táctico, que sabía un montón, apeló a lo motivacional para lograr el objetivo. El grupo se mantuvo firme. Más allá de lo futbolístico, tuvimos golpes muy duros durante el torneo, como contra Platense que nos empata sobre la hora. O Vélez, que nos gana sobre la hora. Además, lo del papá de Gallego González que se murió el viernes previo y el sábado a la noche lo tuvo que velar y enterrar. Luego, el domingo fue a la cancha e hizo el gol. Tuvimos situaciones complicadas para que el equipo anímicamente se cayera, pero gracias a Dios, tuvimos el apoyo de la gente y un líder como el Bambino Veira que nos levantaba el ánimo, a pesar de las derrotas. Él enseguida cuando llegábamos al vestuario nos ponía un pizarrón con una frase que decía “vamos a ser campeones”. Nosotros estábamos con la cabeza gacha, sin cambiarnos, y fusilados anímicamente, pero el Bambino no solamente lo puso en el pizarrón, sino que hizo una arenga en el mismo vestuario y eso hizo que arranquemos el martes otra vez con la frente alta para enfrentar a Lanús y después ir a Rosario para que pasara lo que pasara.
– ¿La conducción de Veira tuvo que ver mucho más por lo motivacional que por lo futbolístico para que el equipo se consagrara?
-En lo motivacional, lo del Bambino fue muy pero muy bueno, más allá de lo táctico, y lo estratégico. Fue muy importante tener un técnico como el Bambino, desde lo anímico, pero también en lo futbolístico. Personalmente, yo no estaba jugando cuando arranqué. Debuté en el ´91, jugué un par de partidos en el ´92 con Jorge Castelli, con algunos interinatos de Ricardo Calabria y Juan Carlos Carotti. En 1992, me iban a dar a préstamo, porque no estaba jugando seguido. El Bambino asumió en San Lorenzo en enero del 93, pero en el final de 1992 fue a ver un par de prácticas. Siempre el Bambino me decía “voy a poner un candado en la heladera” porque yo tenía problemas de sobrepeso y no paraba de comer. Entonces, me dijo “vengase bien físicamente, pídale una dieta a Rodofile y cuando vuelva, usted va a jugar conmigo”.
– ¿Por qué te decía eso el Bambino?
– Un día, me dijo en un entrenamiento “Escudero, le compré un candado”. Le respondí “¿por qué Bambi?”. Me respondió “Para que se lo ponga en la heladera”. A la distancia, uno lo tomaba en ese momento y me daba bronca, pero de alguna manera me estaba cuidando. Era una forma, o su manera de proteger al jugador, porque a él le daba bronca. No era obviamente de vigilante, pero le daba bronca que yo no tuviera el 100%. Entonces, tiraba esa frase alguna vez. Recuerdo que una vez estábamos entrenando en el Nuevo Gasómetro, y el Bambi veía el partido desde la platea, para tener más visión. Recuerdo que no podía pasar a Mirko Saric; no lo podía hacer. Entonces, se levantó en un momento y dijo “Escudero, ¿por qué no largas las facturas?”. Me daba bronca, pero tenía razón. Me estaba cuidando y protegiendo, como él me decía. Luego, me cuidé y empecé a jugar contra River la rompí, jugué contra la Boca y la rompí, y bueno, ahí arrancó mi buen momento.
– ¿Tenías problemas de sobrepeso?
– Sí. Me costaba mantener un buen peso, porque cuando me iba a Córdoba, con mis amigos un día comíamos cordero, lechón, asado, escabeche, entre otras comidas. Imagínate como volvía. Pero esa vez me lo dejó bien en claro el Bambino “usted haga esto, lo que corresponde, y conmigo va a jugar”. Entonces, me cuidé muy bien y al final terminé jugando.
– ¿Es cierto que jugaste un tiempo sin contrato, sin haber firmado contrato con San Lorenzo?
– Sí, en la última época. No me renovaban hasta que después me dejaron libre, me dieron vueltas un año que jugué por el 20 por ciento. Son las diferencias de la época de antes con la de ahora, ibas a hablar con Fernando Miele y te preguntaba cuánto querías, le decías 10 y te ofrecía 3. Nosotros firmábamos porque queríamos seguir en San Lorenzo y no había grandes posibilidades, se aprovechaban de eso. Ahora, los pibes se aprovechan de los dirigentes, es al revés, y me alegra por los jugadores, están haciendo lo mismo que nos hacían a nosotros. Cuando no queríamos concentrar, que lo definían los referentes, los dirigentes te exponían. Te sentaban adelante de todos y preguntaban uno por uno, si decías que no, capaz que te echaban, y sino quedabas mal con tus compañeros. En ese entonces, olvídate que Miele te reciba con un representante. Era otro fútbol, más bravo. Era cruel. Nunca quise haberme ido del club de esa manera, pero estaba un poco vacío en ese momento, son decisiones y tuve que aceptarla. Fue un golpe durísimo, porque a partir de ahí perdí un cincuenta por ciento de esa pasión por el fútbol y el entusiasmo que tenía se me fue, porque a algunos no los afectan, pero a mí sí, me agarró un bajón anímico impresionante y empecé a engordar otra vez. Entonces, no tenía ganas de salir de mi casa, así que fue un golpe durísimo, porque estuve casi 11 años en el club, desde divisiones inferiores y obviamente tenía un cariño muy grande, ya había debutado en la Primera de San Lorenzo. Estuve en la inauguración del estadio, había estado en el campeonato que ganamos luego de 21 años, estuvimos cerca de ganar la Copa Libertadores del 96, que la terminó ganando River, así que pasamos por un montón de cosas buenas y malas en el club.
– ¿Caíste en un cuadro depresivo o fue solamente anímico?
– No, no tan depresivo, sino más anímico. Cuando me fui a Nueva Chicago, debido a ese bajón anímico que había tenido, estaba gordo de verdad y sin motivación para dar vuelta mi imagen. Pero me vio el técnico y me dio la posibilidad de bajar de peso. Me puse bien en la pretemporada, y ahí otra vez levanté mi nivel de juego. Fui el de siempre, pero bueno con el tiempo sufrí una lesión en la rodilla y no pude volver a tener el mismo ritmo, el mismo nivel, como para decir “tengo la posibilidad de estar en un club, o aspirar a un club más grande de Primera”. Después, fui a Brown de Adrogué, donde estuve cuatro años a un buen nivel en otra posición, pero ahí también tengo lindos recuerdos, de Chicago también, de Brown de Adrogué. La verdad que no te digo que terminé en top, top, pero terminé en un buen nivel, y dejando una buena imagen ahí en el tricolor.
– ¿Es verdad que tuviste una pelea con Luis Figo, en la Copa Joan Gamper?
– Sí, sí, Todo por culpa del Pampa Biaggio, que pegó un codazo terrible y desapareció (risas). Yo fui a copar la parada y Figo me metió una cachetada bárbara. Siempre me agrando, porque no me pegó cualquiera, me pegó Figo. Hay una foto en la que le estoy poniendo la mano en la cara a Guardiola y siempre me dicen que cuente la historia completa (risas). Los puteamos y ellos también, fue un momento de calentura nada más. Yo les mostraba a los chicos, a mis amigos, las fotos y les decia “mira contra quién jugué, con Luis Enrique, Pep Guardiola, Figo, Ronaldo”. En esa imagen, le estaba poniendo una mano en la cara a Guardiola, como atajándolo y claro, viene Figo, estábamos ahí discutiendo con el Panchito Rivadero, y viene Figo y me da una cachetada, la gastada que me comí…
– También estuviste en el debut de Ronaldo en el Barcelona, ¿no?
– Claro, sí, sí. Tengo una foto ahí, la tengo de recuadro, porque es un monstruo, un monstruo. Yo lo vi, me acuerdo de que estábamos ahí en el túnel, pero para mí eran todos grandotes, porque yo tengo un físico diminuto, pero el de Ronaldo era impresionante. En el momento no te das cuenta de lo que es esa experiencia, yo no me saqué foto con ninguno, iba a disfrutar, me tiraba en el pasto del Camp Nou, era todo nuevo para mí. Stoichkov jugó también, era impresionante igual que el Gordo Ronaldo. Yo a Figo lo veía tosco y pensaba “a este me lo como”, ¿qué me lo voy a comer? Me pegó un baile (risas). La diferencia se notaba. Nosotros le ganamos al Feyenoord de Ronald Koeman la primera vez y la segunda al Anderlecht, y después las finales contra Barcelona las perdimos las dos. Gracias a San Lorenzo pude conocer muchos lugares de Europa, también México y Colombia.
– ¿Tu cuenta pendiente fue vestir la camiseta de la selección argentina?
– Sí. Como cualquier jugador, el sueño de jugar en la Selección siempre está. Yo estuve muy cerca. En 1994 con Alfio Basile como entrenador. Cuando volví con todo, con la dieta que me había hecho mi amigo, me estuvieron siguiendo. El profe de Basile le dijo al profesor Alfredo Weber que “ya estaba armado el plantel para el Mundial del 94, que si no probablemente hubiese sido convocado”. Después, en 1998, estaba en todas las listas, para los medios yo era número puesto de tres. Pero cuando dieron los convocados, no estuve, fue otro golpecito que tuve. Son cosas del fútbol, lamentablemente no se pudo dar.