La confirmación de la condena de Cristina Kirchner en la causa Vialidad achicaron, al menos por un tiempo, las grietas internas que tiene el kirchnerismo. Todos cerraron filas detrás de la ex presidenta y se unieron en un discurso de proscripción. Esa línea argumental será la que emanen todos los dirigentes K de ahora en más.
Al quedar firme la sentencia, la ex mandataria tendrá que cumplir una condena de seis años de prisión y quedará inhabilitada para ejercer cargos públicos nacionales y provinciales. En consecuencia, no podrá ser candidata por la tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires en las elecciones del 7 de septiembre.
En una jornada de máxima tensión, todos los referentes del peronismo bonaerense llegaron a la sede histórica del PJ Nacional. Axel Kicillof, Sergio Massa y Juan Grabois, además de senadores, diputados y presidentes de partidos que componen Unión por la Patria. Fue una muestra de apoyo concreta.
El gobernador bonaerense ingresó en un auto, del lado del acompañante, en el medio de una marea de militantes de La Cámpora que se agolparon en la cuadra donde está el ingreso al partido y, al igual que ayer, le cantaron: “Cuánto les falta para entender, que no fue magia, los conduce una mujer”. Un grito de guerra que el camporismo viene utilizando para marcar sus diferencias con Kicillof.
Las diferencias internas se mantienen pese a que el foco del conflicto político hoy está puesto sobre la condena de CFK. En el grupo de sus leales son contundentes respecto a su futuro: “Ni la justicia ni este gobierno van a limitar su liderazgo. Desde la casa donde esté seguirá al frente”.
En los días previos a que se conociera la sentencia, los principales dirigentes del kirchnerismo se volcaron a las redes sociales y los medios de comunicación con un discurso unificado. Aseguraron que hay una intención manifiesta de proscribir a la ex presidenta y que la democracia está en peligro.
La idea fue sostenida por dirigentes sindicales, políticos y sociales. Todos encumbrados detrás de un mismo argumento. El punto de encuentro más visible se dio este lunes en la sede del PJ Nacional, cuando la ex vicepresidenta encabezó una reunión con la dirigencia K y les advirtió sobre su inminente detención.
“Estar presa es un certificado de dignidad”, dijo anoche CFK, en un auditorio en el que se encontraba Axel Kicillof. Las diferencias con el Gobernador siguen vigentes. Ayer hubo una muestra clara de que no existe la unidad, sino un rejunte de voluntades atravesadas por los intereses electorales.
La dimensión del hecho político es tan grande que la fractura del kirchnerismo por las circunstancias electorales parece haber quedado a un lado. Aún cuando el acercamiento del Gobernador no fue retribuido con buenos modales. La interna, en forma obligada, se pone en suspenso. Al menos, por unas horas. Hasta que la definición del futuro judicial de CFK sea clara.
La grieta interna se achicó cuando Cristina Kirchner y Axel Kicillof se reunieron el jueves por la noche para comenzar a trabajar en un acuerdo de unidad. Fue una señal de acercamiento y el inicio de una nueva etapa de la negociación.
Y luego volvió a achicarse cuando todo el arco K, incluido el gobernador bonaerense y su esquema político, manifestaron su repudio al fallo judicial contra la ex mandataria y su detención. Es decir, no hubo diferencias respecto a la interpretación sobre la situación judicial de la ex jefa de Estado.
Kicillof ha dejado expuestas marcadas diferencias con CFK, pero en el tema judicial siempre mantuvo la misma postura. Cambió su rol, su lugar en el armado de vocerías, pero siempre mantuvo su discurso basado en la idea de persecución y proscripción.
Durante la gestión de Alberto Fernández, el Gobernador solía ser el principal orador en los actos contra la justicia federal y en defensa de la inocencia de la ex presidenta. La interna K y el distanciamiento entre ellos derivó en su salida de la primera fila de leales de la ex mandataria. Aún así, nunca se corrió un paso de su línea argumental.
El grado de tensión en la interna K fue tan grande que algunos dirigentes camporistas llegaron a pensar que Kicillof estaba dilatando un acuerdo con CFK hasta que la Corte Suprema avance con el rechazo a su recurso de queja. La desconfianza no desapareció. Sigue latente. Y las reacciones posteriores a la detención son imposibles de descifrar en este momento.
Cristina Kirchner quedó fuera de juego. Era una posibilidad que manejaban en el Instituto Patria desde hace tiempo. Incluso sabían que eso podía pasar si se aprobaba la ley de Ficha Limpia, lo que finalmente no sucedió. Si bien no es una novedad el final judicial de CFK, lo destacado es la forma precipitada en que se desató el movimiento del kirchnerismo para defender a la ex presidenta.
Con su detención el escenario electoral cambia por completo. Se abren nuevos interrogantes sobre el futuro de su liderazgo, la performance del peronismo en las elecciones bonaerenses, el rol de Kicillof, la estrategia electoral de La Cámpora, la utilización política del gobierno nacional sobre la situación extrema de la principal líder de la oposición.
Sin CFK en la cancha, el peronismo bonaerense debe buscar un nuevo candidato para ocupar el vértice de la boleta en la Tercera sección y debe también rever cómo se implementará la campaña, que iba a estar centrada en la figura de la ex mandataria.
Tal vez siga estando ella en el foco, con la intención hacer fuerte la estrategia discursiva de la proscripción o, tal vez, las luces se impongan sobre la figura de Kicillof, que queda parado en el escenario electoral como la principal cara visible de la oposición a Javier Milei.
Las que vienen por delante son horas frenéticas y revoltosas para el peronismo, que está obligado a sostener la brújula con fuerza y librar un debate interno sobre cómo seguir en este tiempo nuevo, donde el escenario político argentino sufrió un fuerte cimbronazo.
¿Cómo se llevará a cabo la negociación electoral a partir de ahora? ¿Qué papel tendrá CFK en las decisiones del peronismo? ¿Cuál será el protagonismo real de la ex presidenta en la vida pública de la fuerza política? ¿Se fragmentará aún más el peronismo nacional? ¿Cómo se moverá Kicillof?
Casi todos son incógnitas. Entre tantos interrogantes hay una certeza: empieza un nuevo tiempo en el peronismo.